La familia como “PACIENTE”

“FAMILIA” es como una cadena cuyos eslabones somos cada uno de los miembros, que nos vamos uniendo por el deseo de compartir la vida (alegrías y tristezas) sin importar el vínculo sanguíneo, solo por amor. Las distintas situaciones que se presentan pueden hacer que esta cadena se rompa o se desenganche, por eso es necesario que sea fuerte y esté bien soldada, ya que de este modo va a ser capaz de soportar cualquier tensión (ya sea interna o externa). Quiere decir que, si el sistema está unido y bien consolidado, puede soportar cualquier tensión adversa y salir adelante con fortaleza”.

De esta manera definen a la “familia” un grupo de padres de personas con discapacidad, rescatando en la simpleza de sus palabras aspectos absolutamente relevantes que conviene destacar. Primero, hacen referencia a su función, constituyéndose como la entidad básica de desarrollo del sujeto, como el primer contexto socializador, donde sus miembros evolucionan en todas sus dimensiones (tanto a nivel afectivo, físico, intelectual, social, etc.) y donde se le ofrecen las “oportunidades” necesarias de desarrollar las competencias personales y sociales que facilitarán su desarrollo personal.
Por otro lado, reflejan las situaciones de fisura o puntos de quiebre propios del devenir del ciclo vital de cualquier familia y, esta búsqueda constante de los recursos imprescindibles que les permita “soportar cualquier tensión o adversidad” manteniendo el tan preciado “equilibrio”.
El impacto que produce la llegada de un miembro con discapacidad a la familia podría ser una situación sentida como difícil, que irrumpe en la estabilidad provocando un “desorden” en el todo, empujando al sistema a reorganizarse y a buscar un “nuevo orden” (en cuanto a roles, funciones, etc.) que responda a las circunstancias y necesidades que se le presentan. Lo expuesto no implica que necesariamente esto sea vivido así en todos los núcleos familiares sino que, contrariamente, muchos de ellos cuentan con una gran capacidad de afrontar diferentes situaciones y de resolver conflictos, con un optimismo y con gran asertividad. Por lo tanto, las experiencias pueden ser muy diferentes en cada familia y esto va a depender de múltiples factores, especialmente de la estructura, del funcionamiento y de los recursos particulares de cada una.
Por otro lado, reflejan las situaciones de fisura o puntos de quiebre propios del devenir del ciclo vital de cualquier familia y, esta búsqueda constante de los recursos imprescindibles que les permita “soportar cualquier tensión o adversidad” manteniendo el tan preciado “equilibrio”.
El impacto que produce la llegada de un miembro con discapacidad a la familia podría ser una situación sentida como difícil, que irrumpe en la estabilidad provocando un “desorden” en el todo, empujando al sistema a reorganizarse y a buscar un “nuevo orden” (en cuanto a roles, funciones, etc.) que responda a las circunstancias y necesidades que se le presentan. Lo expuesto no implica que necesariamente esto sea vivido así en todos los núcleos familiares sino que, contrariamente, muchos de ellos cuentan con una gran capacidad de afrontar diferentes situaciones y de resolver conflictos, con un optimismo y con gran asertividad. Por lo tanto, las experiencias pueden ser muy diferentes en cada familia y esto va a depender de múltiples factores, especialmente de la estructura, del funcionamiento y de los recursos particulares de cada una.
En la práctica observamos que, aquellos sistemas que albergan un miembro con alguna discapacidad experimentan en ocasiones un “estado de carencia percibida”, un sinnúmero de fuertes emociones y un gran sentimiento de vulnerabilidad; es así como la familia en lugar de desarrollar aquellas competencias necesarias que tienden a la plenitud de sus miembros, se convierten en un obstáculo o en una sombra, dificultando la autorrealización.
Teniendo en cuenta esto, surge un nuevo abordaje en relación a la persona con discapacidad, que nos obliga a intervenir en su contexto sin hacer un recorte de la realidad; favoreciendo y asegurando el bienestar de su grupo familiar, centrando nuestros esfuerzos profesionales en darles “poder” con el fin de que puedan actuar de forma efectiva dentro de su contexto. Este enfoque se centra en las fortalezas y los recursos que tienen y que pueden usar para lograr sus propios objetivos. A modo de conclusión, las familias experimentan su máximo nivel de plenitud cuando sus necesidades son satisfechas, los miembros disfrutan la vida en forma conjunta y a la vez tienen la oportunidad de conseguir metas que son significativas para cada uno de ellos. |